Son muchas las investigaciones que consideran que la edad de
0 a 3 años es fundamental para el desarrollo posterior del niño y que es una
etapa primordial para la adquisición de ciertos aprendizajes. Es por ello que
si la educación de por sí ya debería ser excepcional fuera la edad que fuera,
más aún si tenemos en cuenta la relevancia de estas edades, ésta debería ser de
altísima calidad.
Y esta altísima calidad, debería acentuarse para aquellos
niños de entornos empobrecidos en los que se supone (mal supuesto, por cierto)
que la estimulación de los mismos es menor a la de las altas esferas. En estos
casos, por tanto, la educación ofrecida debería de manera inexcusable ser la
mejor, con el fin de conseguir una compensación de esa falta de estimulación
que se les atañe a las clases más bajas,
ciertas razas étnicas y a familias con ciertas condiciones
socioculturales.
No obstante, la realidad educativa que encontramos en España
deja mucho que desear en este sentido. Es cierto, que si tenemos en cuenta
simplemente el porcentaje de alumnado escolarizado en la etapa de educación
infantil (100%), siendo ésta voluntaria, frente al porcentaje de otros países,
muchísimo menor, podríamos concluir que sin duda España es uno de los países
que más atienden a esta edad desde la escuela, aspecto aparentemente muy
positivo.
Dicho porcentaje, en cambio, no obedece a motivos
relacionados con la calidad de la educación ofrecida en las escuelas frente a
la educación ofrecida en las casas u otros medios. Es decir, no es la calidad
lo que prima a la hora de optar por dicha opción.Obedece a otro tipo de
motivos, como los falsos mitos de que si un niño llega a primaria sin haber
estado en infantil su base es muy pobre y le costará posteriormente seguir el
ritmo, o la falsa creencia de que la familia no educa ni estimula lo
suficiente. Esto, añadido a que desde el gobierno no se apoya ni se promueve otro
tipo de iniciativas diferentes a la escolarización en centros de infantil,
ofreciendo una escolarización gratuíta en estos centros, pero no en cambio por
educar a tu hijo en casa, como sería el caso de Noruega donde los padres
reciben 800 euros por educar a su hijo en casa cuando sus estos tienen de 0 a 3
años.
Existe toda una cultura en nuestro país que te empuja a
escolarizar a tu hijo/a en infantil,
tanto que aquellos padres que no lo hacen se les culpabiliza y se les tacha
como menos de irresponsables.
No obstante, este énfasis en la escolarización de estos
niños podría tener sentido si estuviéramos seguro de que esto fomenta su
desarrollo, ése tan importante a estas edades. Pero lamentablemente las
investigaciones realizadas no correlacionan el escolarizarse en la etapa de
infantil con el desarrollo de los niños/as.
Esta correlación no se da por el simple hecho de estar
escolarizado, sino que depende, como es obvio de la calidad de la educación que
se les ofrece, del método empleado. Si el centro en el que están escolarizados
les ofrece una educación de calidad, el desarrollo del niño/a obviamente estará
garantizado y viceversa.
La calidad del sistema educativo español en la etapa de infantil
es bastante cuestionable, para empezar porque hay factores objetivos que
determinan la calidad y que no se están cumpliendo, como es el caso de la ratio
en las aulas. Unas aulas que albergan a unos 20-25 alumnos para un solo
maestro/a hace prácticamente imposible poner en marcha mucho de otros aspectos
esenciales para garantizar esta calidad: la individualización de la enseñanza, el
cuidado óptimo de los alumnos, la organización de las aulas y la distribución
de los alumnos por las mismas, etc.
A esto se une una falta de
preparación del maestro ante la atención a esta etapa. Somos uno de los países
cuya formación en magisterio dura más años frente a otros países, en cambio,
basta mirar sus planes de estudios para darnos cuenta de que apenas incluyen
asignaturas en las que se estudie la psicología del desarrollo del niño, o un
estudio evolutivo del mismo. Hacen falta pocas explicaciones para justificar la
necesidad de la presencia de estos contenidos en la carrera. El saber cómo el
niño aprende, en qué momentos, de qué manera, qué hitos son los más importante
en cada edad, cuál es la mejor forma de estimularles, etc…son contenidos que
todo maestro debería conocer, entre otros, para organizar como mínimo a su
grupo de alumnos, su manera de enseñar o estimular y de trabajar con ellos. Si
miramos hacia otros países como Inglaterra veremos cómo el tiempo de formación
es menor, pero en el master que realizan para poder ser maestros destinan una
cantidad grandísima de créditos a la psicología del desarrollo.
Es por ello, que parece que la
calidad de la escolarización es España se mide por la cantidad ( de años,
tiempo que pasan los niños escolarizados y años de estudio de magistario), pero
no tanto por la calidad de la misma.
Anteriormente hacía referencia a un
mito extendido en España, que es la “falta de base” o la “falta de
estimulación” con la que llega un niño a primaria si no ha estado escolarizado
previamente. Por un lado, no le falta razón a tal afirmación, en tanto al
sentido que demos al concepto “ falta de base” o “estimulación”. Digamos que es
cierto que un niño que llega por primera vez a primaria estará perdido en
cuanto al funcionamiento del sistema y estará menos entrenado en aquello que el
sistema pretende instruir. Pero ¿implica esto que esté menos estimulado (en el
gran sentido de la palabra) o implica esto que el niño está peor educado?,
porque si hemos dicho anteriormente que el desarrollo se verá estimulado y será
favorable en tanto que se ofrezca una educación de calidad, y ésta ya hemos
visto que en la mayor parte de los casos brilla por su ausencia, ¿ por qué un
niño en primaria parte de peor posición que otro
que ha estado previamente en
infantil?. La respuesta es clara: No es porque el niño que ha estado en
infantil tenga más aprendizajes, más estimulación, haya gozado de mayores
oportunidades de aprendizaje, etc. Sino porque éste ha recibido un mayor
entrenamiento en saber cómo funciona el sistema que se le pedirá en la etapa de
primaria. En el peor de los casos sabrá hacer fichas, a guardar turnos en la
fila, a salir corriendo cuando suene el timbre, etc. Es decir, todo un sistema
de funcionamiento que se habrá perdido el niño/a que ha permanecido en su casa.
Por lo tanto, dicho mito no tiene nada que ver con una mejor estimulación.
El sistema educativo español está
planteado como un sistema de exclusión social. Nos enseña a saltar barreras
para seguir adelante y sin duda, quien no pasa por la etapa de educación
infantil lo tiene más difícil para pasar las siguientes.
La escolarización en esta etapa de
infantil, tal y como está planteada actualmente en nuestro país, y
especialmente en el sur de éste, y la organización de la misma, parte de un
supuesto teórico muy extendido: “ los niños son cabezas vacías que hay que
llenar de contenidos”. Esta premisa explica gran parte de las metodologías y
estilos educativos utilizados en las aulas: Un estilo totalmente directivo, en
el que se supone que el maestro/a tiene el poder de la información, y trata de
enseñarla a unos niños/as que parten de cero completamente en todo.
Esta teoría obvia por completo el
desarrollo natural del niño y los conocimientos previos e innatos con los que
el niño parte. Esto lleva a que “todo” debe ser enseñado, todo se convierte en
un contenido a enseñar o instruir. Es por ello que no se deja libertad al niño
para explorar, para aprender, para desarrollar sus potencialidades, ya que se
suponen que no existen. No se parte de la idea
del aprendizaje del niño como un proceso que debe ir descubriendo de
manera natural, como todos tenemos tan claro que ocurre por ejemplo con el
proceso de aprender a andar, y ante el cual nuestra función es de actuar
simplemente de mediadores o facilitadores de dicho proceso o ¿a alguien se le
ha ocurrido dar clases de andar a un niño pequeño? Parece mentira que lo tengamos tan claro en
casos como éste, y no seamos capaces de generalizarlo a otro tipo de
aprendizajes como, la lectura, la escritura, el dibujo, las habilidades de autocuidado,
etc. Donde el niño podría también aprender de una manera lúdica y natural,
dejándose guiar por su proceso evolutivo.
Lo verdaderamente aterrador es que
hemos convertido en desarrollo natural en una programación a enseñar dividida
en áreas de conocimiento, con sus objetivos, contenidos y una metodología que
no da libertad ni deja margen al crecimiento personal, sino que instruye.
Enseñamos habilidades sociales como
quien enseña matemáticas, como si hacer amigos fuera igual que sumar uno más
uno. Bajo esta concepción organizamos las clases en actividades estructuradas,
donde obviamente sólo caben dos categorías posibles: lo que está bien y lo que
está mal. Los niños aprenden a que sus “producciones “ están correctas o
incorrectas, en base al modelo que se pretende enseñar . Esto es totalmente
contrario a lo que sucede en Alemania, en el que el 86% de los educadores
utilizan un modelo libre, y en el que no caben las valoraciones como “estás
jugando mal a las casitas”.
Los niños aprenden a que hay cosas
ciertas y cosas falsas, a que las cosas las hacen bien o mal y que por lo tanto
cuando te pregunta el profesor hay que acertar la respuesta. Prueba de ello fue
el experimento realizado por Piaget que posteriormente fue cuestionado por
Margaret Donalson donde los niños tenían que elegir el vaso que más cantidad de
líquido tenía cuando previamente habían
confirmado que tenían la misma. Los resultados de Margaret tiraron por la borda
los resultados del experimento de Piaget, partiendo del supuesto de que los
niños eran investigadores en potencia y que por lo tanto esos resultados no
cuadraban.Ella confirmó que la clave de estas respuestas no estaba en lo que
ellos pensaban, sino en la manera en que se les preguntaba, de tal forma que
cuando a los niños se les cambió el agente que realizaba las preguntas y ésta
se las planteaba un muñeco loco que podía hacer preguntas tontas, como se les
dijo, la mayoría de ellos afirmaron que los dos vasos tenían la misma cantidad
aunque el formato del vaso cambiara, como era obvio y que el muñeco preguntaba
tonterías Esto simple ejemplo es espeluznante, porque demuestra no sólo que se
nos instruye en una dirección ,sino que se nos inhibe o se nos bloquea el
crecimiento en muchos otros aspectos, como la creatividad, la toma de
decisiones libre, el desarrollo natural de nuestras potencialidades, etc.
Y por otro lado, no dejamos de ser
figuritas a las que hay que enseñar lo mismo. Todos debemos aprender un
currículum común, todos debemos pasar el mismo tipo de evaluaciones, de lo
contrario, el sistema nos irá descartando y orientando hacia diversos caminos.
Es curioso que se hable de atención a la diversidad, de necesidades educativas
especiales y la importancia de una escuela inclusiva, cuando los objetivos a
alcanzar son inamovibles, y en el caso de serlo esto lleva una implicación, que
es salirse del sistema o cerrar puertas a la continuación del mismo y lo que
ello conlleva: no poder realizar una carrera, no optar a opciones de master,
menos formación para encontrar trabajo, etc. Estamos en un sistema hipócrita
que pretende por h o por b que un niño de 3 años sepa hacer fichas, y cuya
atención a la diversidad consistirá como máximo en buscar los medios,
estrategias y vueltas para que el niño con necesidades educativas especiales
que no puede hacerlo por sus medios lo haga.
Teniendo en cuenta tal situación, parece difícil abordar
el papel de orientador en un centro, como es mi caso, ya que habría que partir
por desmontar todo un sistema de creencias y de intereses que son las que
imperan en las aulas para poder empezar a cambiar un poco las cosas. La impotencia nunca fue un gran motor de cambio, pero esperemos que eso no nos quite las fuerzas para seguir intentando una realidad distinta.
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